Los moros eran muy aficionados al juego de las cañas, algo que no quedó desadvertido por los cristianos. Esto nos confirma un italiano, Marino Sanuto, que era testigo de unos juegos de cañas [1] celebradas en honor de la princesa Margarita de Austria, cuando vino a España. Observa el italiano en su diario que el príncipe don Juan, el Rey Fernando el Católico y otros nobles de su escolta se presentaron todos ellos vestidos a la morisca en Burgos [2]. Había ya por tanto, una cierta tendencia de usar la ropa mora o morisca, y en su estudio Carmen Bernis nos da múltiples ejemplos.
Despues de la comida, el señor del Cister quiso que aquellas gentes viniesen a bailar a la morisca, al son de una gran guitarra como un laúd que uno de ellos tocaba sin distinción de sonidos; después aparecieron tres o cuatro bailarines moros y seis mujerers, más modestas que bellas, vestidas con trajes de tela trabajada de seda, con grandes y anchas mangas abiertas por los costados, de seda de color, un pequeño sombrero sobre la cabeza, zapatos rayados en los pies y (.....) tenían también sortijas de oro y plata, brazaletes y collares en los dedos y en los brazos, en el cuello, y en las orejas, pendientes monstruosamente grandes.
El cuento del cautivo [5], nos hace saber que el honor de Ana Félix fue amenazado por el rey algeriano, por lo cual era necesario cambiar la ropa masculina por la femenina.
Cervantes era hombre de teatro, igual que uno de sus antecesores, autor que admiro mucho, Juan del Encina. Por tanto, no le cuesta a Cervantes cambiar de ropa a sus personajes. El uso repetido por parte de cervantes del disfraz era algo normal en el teatro de aquellos años y la forma de contar Cervantes las ocurrencias de Ana Félix con todos los detalles provoca en el lector una visualización excepcional de las escenas [6]. De este modo el exotismo del traje de Ana Félix escribe sobre su cuerpo una historia exótica y lejana [7].
Sin embargo, no se halla en novelas anteriores a Cervantes a hombres aseados, como moras, en Berbería [8]. Por tanto, el disfraz [9] de don Gaspar Gregorio es original. Con sus personajes de doble sexo Cervantes se adelanta a su tiempo. Curioso es que estos supuestos andróginos en las novelas cervantinas, solamente los observamos tardíamente [10], es decir en La Segunda Parte del Quijote (1615) y en los Trabajos de Persiles y Sigismunda (1618).
No hay documento alguno que nos relate de forma fácil cómo los moriscos del valle iban vestidos, pero por lógica, se vistieron igual que los cristianos viejos. Aquí los testimonios de varios testigos, en Murcia, realizados en 1610 para que el Rey Felipe III fuese bien informado sobre los moriscos del Valle de Ricote [11], dicen sobre su vestido lo siguiente:
Testimonio del Doctor Francisco Pérez de Tudela, abogado y regidor, sobre los moriscos de Abarán (Valle de Ricote) y su lengua:
y se precian de cristianos viejos y la lengua y traje que siempre han llevado y han hablado es de cristianos viejos y se precisan tanto de cristianos viejos que si alguno les acierta a llamar a alguno de ellos moro o morisco se ofenden en tanta manera que sobre ello han tenido grandes pesadumbres y pleitos contra los que así los han llamado
Testimonio del Fray Juan del Toro Gallego, Padre Maestro en Santa Teología (Fraile Carmelita) declaró sobre la lengua en Abarán:
..... y sus trajes y lengua es de cristianos viejos
Notas
[1] CARRASCO URGOITÍ, María Soledad (1984). Reflejos de la vida de los moriscos en la novela picaresca.. En: En la España Medieval, Núm. 4, págs. 183-223. Cita en pág. 213
[2] BERNIS MADRAZO, Carmen (1956). Modas moriscas en la sociedad cristiana española del siglo XV y principios del XVI. En: Boletín de la Real Academia de la Historia, 144, págs. 199-228. Cita en pág. 201
[3] SALA GINER, Daniel (1999). Viajeros franceses por la Valencia del siglo XVII: Bartolomé Joly, Des Essarts, Cardenal de Retz, A. Jouvin. Valencia del siglo XVII, Valencia, Ayuntamiento de Valencia. Pág. 36
[4] JOLY, Barthelemy (1604). Voyage faict par M. Barthelemy Joly, conseiller et ausmonier du Roy, en Espagne, avec M. Boucherat, abbé et general de l’Ordre de Cisteaux. En: BARRAU DIHIGO, L. (1909). Review Hispanique, vol. XX, núm 58 (junio 1909). Págs. 406 y ss.
[5] BYRNE CONAL, K.B. (1990). The captive’s tale. En: Romanic Review, 1990-90. Págs. 115-132
[6] RUTA, María Caterina (2002). La escena del Quijote: Apuntes de un Lector-Espectador. Actas del X Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. Págs. 703-711. Cita en pág. 708
[7] MARTÍN MORÁN, José Manuel (1999). La reificación de la palabra en el Quijote. En: Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America, 19-2, págs. 24-36. Cita en pág. 30
[8] Solamente he visto “el Rey hacía de dama” en una escena. Cfr. ERASMO (1984). Elogio de la locura. Introducción y notas de Pedro Rodríguez Santidrián. El libro de Bolsillo, Alianza Editorial, Madrid. Pág. 65
[9] AQUIRRE DE CÁRCER, Luisa Fernanda (1998). Vestido y disfraz como recurso narrativo y argumental en el Quijote. La cuestión morisca. En: Actas del tercer Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas. Cala Galdana, Menorca, 20-25 de octubre de 1997. Palma de Mallorca, UIB. Págs. 363-374
[10] SIMÓ GOBERNA, María Lourdes (1997). Un hermosísimo rostro de doncella: supuestos andróginos en las novelas cervantinas. En: Criticón (Toulouse), 1997, 69, págs. 111-115. Cita en pág. 112
[11] AGS, Estado, legajo 227 - 1610, abril, 10. Murcia. Citado por MOLINA TEMPLADO, José David (2001). 1613: Controversi e ineficacia de la expulsión mudéjar. En: IV Curso Abarán: acercamiento a una realidad. Del 4 al 12 de Mayo de 2000. Pág. 7-28.