Este blog de Govert Westerveld, uno de los dos cronistas oficiales de la villa de Blanca (Murcia) describe la historia del Morisco Ricote, figura literaria del gran Miguel Cervantes de Saavedra. (blog for educational purposes).

martes, 7 de julio de 2015

El Santo enigmático Juan de Ribera

Para comprender las actuaciones de la iglesia es necesario entender que la iglesia depende del lugar y del tiempo. Las actuaciones de la iglesia en Perú son hoy en día diferentes que las de España y las actuaciones de la iglesia de España de 1613 eran diferentes a las de hoy. La iglesia en sí es buena, pero los responsables de la doctrina son humanos y pueden equivocarse también en este siglo. En este sentido tenemos que ver la canonización que en los años 60 del  siglo XX, se hizo del gran promotor de la expulsión de los moriscos bautizados, el arzobispo Juan de Ribera que además era virrey de Valencia en el año 1603 y consejero de Felipe II, el prudente.

La iglesia de 1613 era muy distinta a la de hoy en día. Existían fanáticos frailes y algunos eclesiásticos a alto nivel que querían la expulsión de los moriscos por motivos de pureza de sangre, creencias y motivos políticos.  La iglesia en sí no permitía la expulsión. Hasta en 1602 dispuso [1] el Papa Clemente VIII, en su breve fechado el 6 de mayo, fundar en Valencia un colegio de niñas moriscas. Prueba de ello es que el papa no apoyaba la expulsión [2]. El gobierno de España no consultó con el Papa la expulsión de los moriscos, puesto que el mismo Rey Felipe III consideraba que no era necesario recurrir al Papa con tanto aparato, pues bastaría que se pidiese por mano del inquisidor general [3].

 Juan de Ribera
Poco comprensible en estos tiempos es el hecho de que el mismo Papa Pablo V (1605 – 1621) nombró Cardenal al duque de Lerma, en el año 1618. Este hombre, corrupto y de confianza de Felipe III, que fue durante muchos años otro responsable de la expulsión y de muchas muertes de los moriscos, pudo contar en aquel año con el apoyo del Papa Pablo V y obtuvo para sí y sus hijos, de la parte que se apropió de las ventas de las casas de los moriscos, la cantidad de 500.000 ducados. El codicioso ministro estaba acostumbrado a explotar en provecho propio las grandes medidas políticas.

Las medidas suaves del Papa Pablo V consistían en predicar a los moriscos con palabras dulces y amables y sin emplear insultos y asperezas que los alejaran. Así predicaban los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Debe excluirse toda clase de improperios contra Mahoma y su secta, para no exasperarlos, aunque esto no excluye que se pueda demostrar la falsedad de sus doctrinas. La actitud del Vaticano, de una prudencia extrema, podemos traslucirla a través de dos documentos, los únicos que ha podido hallar Pérez Bustamante [4] entre los papeles referentes al reinado de Felipe III. Señala el primero unas normas de suavidad misericordiosa y de caridad cristiana en orden a los métodos de predicación, y de él se infiere una reprobación de los procedimientos de dureza y una discreta censura de doctrinas y catecismos poco adecuados para la atracción de gentes remisas. El segundo documento es mucho más expresivo y manifiesta una rotunda y total inhibición.  Se refiere a una carta de Pietro Pavoni, dirigida al Cardenal Secretario de Estado el 25 de agosto de 1611, en la que expresa la opinión de Paulo V en torno a algunas afirmaciones que contiene el libro del Padre Fonseca. El documento está fechado en el Palacio de Monte Cavallo, donde pasaba el Pontífice parte de la temporada estival. El Papa, que conoce el manuscrito del Padre Fonseca, rehuye toda responsabilidad en el asunto y manda que se supriman dos pasajes: El primero se refiere a la afirmación de que se negó a recibir a los moriscos en el Estado Pontificio, y el segundo a que se realizase la expulsión con su autorización o consentimiento, porque la medida le fue comunicada después de su ejecución. Si no cabía abrigar ninguna expectación realista de obtener una sentencia judicial de Roma, es ciertamente notable que se abonara la idea de una causa ante el Inquisidor general de los reinos españoles. Pero es obvio que la Inquisición tampoco deseaba verse arrastrada a entender en un asunto de tanto compromiso. Un año después del Memorial de Cellorigo [5], basado ampliamente en la «República» de J. Bodin y textos de N. Maquiavelo [6], Bledo tuvo en 1601varias audiencias con Felipe III, a quien aconsejó que, por ser la cuestión de los moriscos «causa puramente religiosa», se oyera ante algún tribunal eclesiástico, según podía serlo el mismo Consejo de la Inquisición. Autorizado por el Rey, Bleda se presentó ante el Inquisidor General (el adusto cardenal Niño de Guevara), pero éste se negó en redondo a admitir nada que se pareciera a una denuncia en común.

Tras ser rechazado también por la junta que entonces trataba de los moriscos, la cual se niega a oírle algo contra «la conservación de éstos», Bleda encaminó sus desvelos de aquellos días a fundar una cofradía antimorisca, bajo el título de la Santa Cruz [7].

Al advenimiento de Felipe III, éste ya tuvo en su poder los dos Memoriales de 1597 hechos por Collorigo [8], primer autor que se plantea la expulsión de los moriscos.  Por otro lado, el arzobispo Ribera intensificó la frecuencia y el tono de sus quejas acerca de aquel ganado roñoso (moriscos), siempre en favor de las medidas más duras que ya estaba pregonando desde 1582. Sus dos memoriales al rey en 1601 y 1602 son decisivos en la historia de la expulsión. Temía ver a España «perdida» como en tiempo de los godos [9].

Dice Boronat que el memorial escrito a finales de 1601 impresionó profundamente el ánimo de Felipe III y el de su favorito el duque de Lerma y el de su confesor real, Gaspar de Córdoba (U 1604), llegando el monarca a pedir a don Juan de Ribera “que, con el secreto que tan grande negocio pide y sin participarlo a nadie” le comunique los remedios suaves y provechosos que decía tener pensados [10].
   
No tardó el Patriarca en satisfacer la petición del rey, enviando para ello un segundo memorial repleto de doctrina interesante. La voz del arzobispo Ribera cobró aún mayor peso al ser nombrado, además, virrey del reino de Valencia en diciembre de 1602. La idea de Ribera era reducir a esclavitud a todos los hombres en edad útil y enviarlos a galeras, a trabajar en las minas o a las Indias [11]. Las ideas del obispo Pérez de Segorbe [12] —también partidario de la expulsión— no eran mucho mejores. Estaba en el ambiente expulsar a los moriscos sea como sea. El arzobispo de Orihuela, Esteban, que estuvo en Orihuela entre 1594 y 1603, era partidario en 1599 de dar más tiempo a los moriscos para instruirles en la religión católica, y si esto no diera resultado, el rey podría desterrar a los viejos a diferentes lugares en España [13], hacer lo mismo con los niños después y en caso necesario reducir a todos a la esclavitud [14].

Bien que la decisión de la expulsión fue una política, tomada tanto por el rey Felipe III como la reina Margarita de Austria, cuya responsabilidad pesaba sobre sus devotas y un tanto escrupulosas conciencias, en la suerte final influyó el patriarca de Antioquia don Juan de Ribera y el Duque de Lerma, más que otro hombre alguno. Una trágica decisión sabiendo que la corte de Felipe II fue asistida por el médico morisco Jerónimo Pachet, de Gandía, que sanó a un niño de ocho años, incurable por los médicos cristianos. Este niño sería más tarde Felipe III. ¡Cruel ironía dice García Ballester que sea precisamente Felipe III quien firme el decreto de la expulsión de los moriscos! ¿Y cual fue el destino del sabio médico morisco Jerónimo Pachet? Pues sus curaciones para la Santa Inquisición no eran nada menos que un pacto con el demonio. Murió en la cárcel de Valencia, puesto que no consiguió superar las pruebas de tormento [15].

El nombramiento de Juan de Ribera para la sede metropolitana de Valencia, en 1569, se hizo con grandes esperanzas de que sus reconocidas dotes pudieran imprimir al problema morisco un rumbo más favorable. Pero pocas semanas después de su entrada en Valencia, aquel hombre, en que nada quedaba de Hernando de Talavera, pedía en vano al Pontífice que se le relevara de una carga para la que no se sentía con fuerzas ni entusiasmo. Ribera, de aristocrático origen andaluz y primo de Carlos V, no trae consigo ninguna iniciativa ni innovación eficaz; los moriscos son para él nada más que un enemigo duro de cerviz, y sus sentimientos hacia ellos no hacen sino endurecerse con el paso de los años [16]. El arzobispo Ribera sólo vino a ser, como sabemos, una palanca decisiva de la expulsión y parte del baldón histórico que todo el problema representa para la Iglesia española le es directamente imputable [17]. Si pensamos que las muertes causadas por agotamiento o hambre debían haber sido muy numerosas durante el destierro de los desdichados moriscos y que el arzobispo Juan de Ribera es indirectamente responsable [18] de este exterminio de los desamparados moriscos, se puede poner una interrogación sobre su canonización en el año 1960.  Lo que hizo Tomás de Torquemada con los judíos, lo hizo Juan de Ribera con los moriscos; la historia de la expulsión de 1492 se repitió en 1609. Un día negro para la imagen de la iglesia y la historia de España.

El profesor Ángel Alcalá, que cursó estudios universitarios de Filosofía, Teología y Filología Hispánica en la Universidad Pontificia de Salamanca; Gregoriana y Angelicum de Roma; Complutense de Madrid y New York University, tampoco entiende muy bien la actitud del patriarca Juan de Ribera [19]:

Nunca he comprendido que el principal personaje que, opuesto al principio, luego recomendó esa medida y la secundó hasta con fiereza, fuera no sólo el feroz obispo de Segorbe, Martín de Salvatierra, sino el exvirrey y patriarca arzobispo de Valencia venerado por la Iglesia como San Juan de Ribera, quien la solicitó ya en 1602 “por ser herejes pertinaces y traidores a la Corona Real”.

El patriarca, Juan de Ribera predicó un notable sermón [20] en la catedral de Valencia, dando gracias a Díos por la publicación del real decreto. Oigamos al Beato algunas frases, que así prosigue en el sermón citado:

“¿Qué mayor honra podemos tener en este reino, que ser todos los que vivimos en él, fieles a Dios y al Rey, sin compañía de estos herejes y traidores?”.
....En acabándose esta expulsión pienso dar una vuelta, si Dios nuestro señor me da vida, por los lugares que han sido de moros, y besar la tierra de las iglesias, dando gracias a nuestro Señor, de verla libre de tanta inmundicia como la que han tenido mientras estos la pisaban”.


Admitida en Roma la causa de Beatificación del Patriarca Arzobispo Don Juan de Ribera, en 29 de Noviembre de 1729; y poco después, el 8 de Diciembre de 1759, declaró el Papa Clemente XIII, que constaba la heroicidad de las virtudes del Patriarca, celebrándose finalmente solemne función en la Basílica Vaticana, el 18 de septiembre de 1796, para publicar “urbi et orbi” el decreto de Beatificación dado por el Pontífice Pío VI, el día 30 de agosto [21]. Se reasumió la causa de su canonización en 1924. El Papa Juan XXIII aprobó el 23 de febrero de 1960 los dos milagros requeridos [22] y lo inscribió [23] entre los santos el 12 de junio de 1960.

Este ejemplo de disociación de pensamiento, la práctica de sostener dos puntos de vista contradictorios simultáneamente, era típico de la Iglesia de aquel tiempo. Los moriscos, que eran cristianos a efectos técnicos, no tenían permitido abrazar el Islam [24] abiertamente, porque habían sido bautizados de modo irrevocable y por tanto eran técnicamente miembros de la Iglesia hasta que murieran. Sin embargo, a pesar de comportarse como cristianos, no pudieron quedarse porque eran moriscos. De forma que el bautismo oficial era demasiado fuerte para liberar a los moriscos de la religión oficial y demasiado débil para conservarles dentro de la Iglesia. Los moriscos fueron condenados a la expulsión por la Iglesia porque no eran aceptados como cristianos ni tampoco les estaba permitido vivir como musulmanes [25]. 



Notas

[1]  BORONAT Y BARRACHINA, Pascual (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. Estudio histórico crítico, 2 vols. Valencia,  Volumen II, págs. 80-81
[2] FONSECA, Damián  (1611). Justa expulsión de los moriscos de España, con la instrucción, apostasía y trayción dellos y respuesta a las dudas que se ofrecieron acerca desta materia, Roma. pág. 200.  La expulsión no fue comunicada al Nuncio sino el 3 de septiembre de 1609, fecha tardía para una reacción  eficaz por parte del Pontífice.
[3] DANVILA Y COLLADO, Manuel (1615). La expulsión de los mmoriscos españoles. Pág. 253.  Citado por  MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco (1975). El morisco Ricote o la Hispana razón del Estado. En: Personas y Temas del Quijote Taurus ediciones, págs. 229-335. Cita en pág. 269
[4] PÉREZ BUSTAMANTE, Ciriaco  (1951). El Pontífice Paulo V. y la expulsión de los moriscos. En: Boletín de la Real  Academia de la historia, vol. CXXIX, pág.  219 – 223.
Nos informa Pérez Bustamante que entre la importantísima documentación de la época de Felipe III existente en el Archivo Secreto Vaticano, llama la atención la exigüidad de noticias referentes a la expulsión de los moriscos. La correspondencia de los Nuncios no contiene ningún dato y los recogidos por él se reducen a los que se consignan a lo que sigue. No es que los Papas se desentendiesen de este asunto ni que careciesen de información o se les ocultase la gravedad del problema. Diversos breves expedidos durante los pontificados de Clemente VIII y de Paulo V demuestran lo contrario, pero la celosa independencia con que actuaba el Gobierno español en ésta y en otras materias, como en la referente al Regio Patronato Indiano, considerándolas como asuntos de competencia exclusiva, dificultaba, o por lo menos restringía, por motivos de prudencia política, la intervención pontificia.
[5] GONZALEZ DE CELLORIGO, Martín (1600). Memorial al rey sobre asesinatos e irreverencias contra la Religión cristiana cometidos por los moriscos. En: Memorial de la política necesaria y útil restauración a la República de España, Valladolid, Iuan de Bostillo.
[6] VILLANUEVA LÓPEZ, Jesús (1997). El reformismo de González de Cellorigo y sus fuentes: Maquiavelo y Bodin. En: Hispania: Revista española de historia, Vol. 57, Nº 195, págs. 63-92.
[7]  MARQUEZ VILLANUEVA, Francisco  (1975).  El morisco Ricote o la Hispana razón del Estado.  En: Personas y Temas del Quijote Taurus ediciones, págs. 229-335. Cita en pág. 273
[8] GONZALEZ DE CELLORIGO, Martín (1597). Memorial a su Magestad Felipe II encareciendo la obligación de los vasallos en avisar a su Rey y Señor los daños que causan los nuevamente convertidos de moros a estos reinos. (B.Nal. V.E. 50/9).  Citado por  PERCEVAL VERDE, José María (1993). Tesi doctoral: Todos son uno. Arquetips de la xenofòbia y el racisme. El cas dels moriscos espanyols. Director: Dr. Bernard Vincent. Tribunal: Dra. Lucette Valençi, Dr .Miquel Barceló, Dr.Jean Canavaggio i l'escriptor Juan Goytisolo. Assistents: Dr.Roger Chartier i Dr.Jean-Louis Flandrin.
GONZALEZ DE CELLORIGO, Marín (1597). Memorial dirigido a S.A. el Príncipe don Felipe, hijo de Felipe 2.º.... en que por segunda vez se avisan los daños que los nuevos convertidos de Moros a estos Reynos causan... (Valladolid, 8 hojas, fol.). Citado por ASTRANA MARIN, Luis (1958). Miguel de  Cervantes Saavedra Tomo VI, Madrid. Pág. 342
También se puede consultar:
BORONAT Y BARRACHINA, Pascual (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. Estudio histórico crítico, 2 vols. Valencia,  Volumen I, págs. 366-368
DANVILA Y COLLADO, Manuel (1889). La expulsión de los mmoriscos españoles. Pág. 232
[9] MARQUEZ VILLANUEVA, Francisco  (1975). El morisco Ricote o la Hispana razón del Estado. En: Personas y Temas del Quijote Taurus ediciones, págs. 229-335. Cita en pág. 263. El 24 de enero de 1502 escribía: «V. Magestad está obligado en conciencia como Rey y Suprema señor, a quien toca de justicia defender y conservar sus Reynos, mandar desterrar de España todos estos moriscos, sin que quede hombre ni muger, grande ni pequeño»
[10] BORONAT Y BARRACHINA, Pascual  (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. Estudio histórico crítico, 2 vols. Valencia, II, pág. 39
[11] XIMENEZ, Juan (1798). Vida del Beato Juan de Ribera, Valencia.
[12] LEA, HENRY Charles (1990). Los moriscos españoles. Su conversión y expulsión. Instituto de Cultura “Juan Gil-Albert”, Diputación de Alicante, Alicante. Págs. 315
[13] ALCALÁ, Ángel Y OTROS (1984). Inquisición española y mentalidad inquisitorial.
[14] DANVILLA Y COLLADO, Mamnuel  (1889). La expulsión de los moriscos españoles. Pág. 227
[15] GARCÍA BALLESTER, Luis. (1976). Historia social de la medicina en la España de los siglos XIII al XVI, Madrid. Pág 111. Citado por GALMÉS DE FUENTES, Álvaro 1993). Los moriscos (desde su misma orilla), Madrid. Págs. 39-404
[16] MARQUES VILLANUEVA, Francisco (1975). Personajes y temas del Quijote. Taurus Ediciones S.A. Madrid,  págs. 260-261
[17] MARQUES VILLANUEVA, Francisco  (1975). Personajes y temas del Quijote. Taurus Ediciones S.A. Madrid,  pág. 263
[18] En el periódico católico “La voz de Valencia” de 9 enero de 1911 leemos entre otros asuntos un  discurso de Don José Roca, Canónigo Magistral a favor del beato Juan de Ribera, terminando el mismo diciendo que los que censuran al Beato Juan de Ribera, por la expulsión de los moriscos no son cristianos, pues censuran lo que la Iglesia aprobó y sancionó. Actitud intransigente y muy en contraste con la tolerante del papa Juan Pablo II. (Las actuaciones de la  iglesia dependen del tiempo y del lugar).
[19] ALCALÁ, Ángel (2004). El humanista y cronista real Pedro de Valencia. En: Siglos Dorados. Homenaje a Augustín Redondo, Tomo I. Coordinación Pierre Civil. Editorial Castalia. Págs. 1-14. Cita en págs. 5-6
[20] XIMÉNEZ, Juan (1798). Vida del beato Juan de Ribera, Valencia.
[21] HERNANDEZ PARRALES, Antonio Y GONZÁLEZ MORENO, Joaquín  (1960). El beato Ribera y la Casa de Pilatos, Sevilla. Pág. 23
[22] OLAECHEA, Marcelino (1960). Ante la canonización del beato Juan de Ribera. Instituto Diocesano Valentino “Roque Chabás”, Valencia. Pág 11
[23] ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA EUROPEO-AMERICANA (1988).  ESPASA-CALPE, S.A. Madrid, pág. 1747
[24] El tema del Islam aún hoy en día sigue siendo difícil en España por falta de mezquitas.
[25] THOMSON, Ahmed  Y ATA UR-RAHIM, Muhammad (1993). Historia del Genocidio de los Musulmanes, Cristianos Unitarios y Judíos en España, capítulo 21.   
  
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BIOGRAFÍA

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In: Cronistas Oficiales de la Región de Murcia


In: Ayuntamiento de Blanca (Murcia)


In: Real Asociación de Cronistas Oficiales

Sobre mí

Govert Westerveld, autor de más de 74 libros, ha sido investigador de mercados extranjeros para nuevos productos, innovador de nuevas aplicaciones de productos existentes y director de marketing y ventas para el mercado extranjero. Actualmente es Historiador, Investigador y Cronista Oficial de la villa de Blanca (Murcia), Académico de la Real Academia de Alfonso X el Sabio en Murcia. Miembro de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales. También Miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas y miembro de la Asociación de Hispanistas del Benelux, así como Historiador Oficial de la Federación Mundial del Juego de Damas, y Miembro de la Comisión de Historia de la Federación Española de Ajedrez.

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Castillo de Blanca

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Después de la experiencia de Barataria, Sancho Panza se ha vuelto verdadero protagonista: ello y las adversidades sufridas han moldeado su personalidad, así que aun más resulta personaje de vital importancia a la trama. Durante el viaje en busca de don Quijote, encuentra a un grupo de peregrinos alemanes, entre los cuales, disfrazado también de peregrino, anda un viejo amigo suyo, el tendero Ricote, que, como todos los españoles moriscos, ha sufrido el destierro impuesto por el rey Felipe III. El alma del exiliado se abre a la vista de una cara amiga. El regreso del morisco sorprende e inquieta a Sancho, preocupado por la misma incolumidad de su antiguo vecino y amigo.

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