A pesar de que mi buen amigo, el Prof. Ángel Alcalá de la Universidad de Nueva York (Fundador del Partido Popular en Estados Unidos), opina que mi obra de la expulsión y regreso de los moriscos blanqueños es mejor que una tesis doctoral y tomó los pasos oportunos con la Universidad de Murcia, y a mi gran sorpresa según él mucho mejor que mi último libro sobre la Celestina, no puedo estar totalmente satisfecho con aquella obra publicada en 2002. Es verdad que la preparación de esta obra me costó cinco largos años y mucha dedicación, pero nuevos hallazgos me obligan a rectificar puntos importantes con respecto a la responsabilidad de la iglesia católica. Si antes era de la opinión que el Arzobispo de Valencia Juan de Ribera era directamente el responsable de la expulsión de los moriscos, hoy en día mi opinión es que este enigmático representante de la iglesia católica era indirectamente responsable. Miguel de Cervantes Saavedra me ha abierto los ojos.
José Antonio Garzón Roger, Prof. Ángel Alcalá y Govert Westerveld (Valencia, 2006)
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Hasta ahora siempre había pensado que la expulsión de los moriscos de España estuvo motivada por motivos religiosos. Sin embargo, mis últimas investigaciones cada día más señalan como el gran responsable de esta tragedia humana al mismísimo Rey, Felipe III. Es verdad que muchos responsables eclesiásticos, entre ellos el arzobispo Juan de Rivera, habían aconsejado al Rey de expulsar a los moriscos, pero ellos al principio no contaban con la conformidad del propio Rey. La obra del fanático Jaime Bleda contra los moriscos fue financiada por el Estado, pero esto era después de la expulsión. Antes de la expulsión uno de los grandes responsables de aquella decisión era el familiar del rey, el Arzobispo de Valencia Juan de Ribera que con sus memoriales de 1601 y 1602 intentó convencer al rey Felipe III, sin éxito en este momento, de expulsar a los moriscos. Este arzobispo, virrey de Valencia entre 1602 y 1604, con sus actuaciones había encendió el fuego del destierro. Fue durante una sesión del Concejo del Estado en enero 1603, que un número creciente de consejeros del Estado comenzó a pensar en la idea de expulsar a los moriscos, entre ellos estaban Juan de Idiáquez, embajador de Venecia y Génova, y el Duque de Miranda, pero el Duque de Lerma y el Fray Gaspar de Córdoba se opusieron. Así las cosas y de momento el rey Felipe III no tomó ninguna decisión.
En 1606 en una famosa “Instrucción Secreta”, Felipe III encargaba a Ambrosio Spínola iniciar negociaciones con los rebeldes holandeses para lograr una tregua de doce años. Alberto VII archiduque de Austria y la infanta Isabel organizaban las negociaciones entre Mauricio de Nassau y Ambrosio Spínola para una tregua de doce años. A falta de firmar esta tregua, de repente el rey Felipe III tuvo prisa el 4 de abril de 1609. Según Benítez Sánchez-Blanco, lo que estaba encima de la mesa aquel día era una propuesta por parte de Su Majestad para discutir en el Consejo. Entre los asuntos de esta propuesta hay una amenaza de invasión procedente de Muley Sidán de Marruecos con ayuda holandesa. Sea lo que fuera, Felipe III tenía muy en secreto las negociaciones con los Países Bajos y para no perder su cara y justificar una expulsión tuvo que inventar un peligro no existente. En la documentación oficial vemos entonces que Felipe III fue alentado por el duque de Lerma y por el arzobispo Juan de Ribera para expulsar a los moriscos. Pienso aquí que el Rey sutilmente se supo aprovechar de las sugerencias de su familiar Juan de Ribera y uso a su valido el Duque de Lerma como escudo poderoso de sus planes. De esta forma consta oficialmente que el rey ordenó la expulsión a instancias del duque de Lerma, el conde de Miranda, don Juan de Idiáquez y fray Gaspar de Córdoba. Sin embargo, mi hipótesis es que el rey, ayudándose con su valido, usó la expulsión de moriscos para evitar cualquier crítica a su decisión de entablar una tregua de doce años con los rebeldes holandeses y consecuentemente el gran responsable de la expulsión era el mismísimo Rey, Felipe III.
El profesor Trevor J. Dadson, miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas, dice que con el nombre [o apellido] de Ricote nuestro gran literato Cervantes pensaba constantemente en La Mancha. Según este Hispanista Ricote era un nombre de Esquivias, pueblo de Cervantes, y por lo tanto este genio de la literatura se referiría con Ricote y Ana Félix a los pueblos de La Mancha, entre ellos el pueblo de Villarrubia de los Ojós y los pueblos de Campo de Calatrava. Una opinión compartida por más autores. No obstante esto, discrepo de la afirmación de este gran Hispanista y autor de una impresionante obra de Villarrubia.
En 1606 en una famosa “Instrucción Secreta”, Felipe III encargaba a Ambrosio Spínola iniciar negociaciones con los rebeldes holandeses para lograr una tregua de doce años. Alberto VII archiduque de Austria y la infanta Isabel organizaban las negociaciones entre Mauricio de Nassau y Ambrosio Spínola para una tregua de doce años. A falta de firmar esta tregua, de repente el rey Felipe III tuvo prisa el 4 de abril de 1609. Según Benítez Sánchez-Blanco, lo que estaba encima de la mesa aquel día era una propuesta por parte de Su Majestad para discutir en el Consejo. Entre los asuntos de esta propuesta hay una amenaza de invasión procedente de Muley Sidán de Marruecos con ayuda holandesa. Sea lo que fuera, Felipe III tenía muy en secreto las negociaciones con los Países Bajos y para no perder su cara y justificar una expulsión tuvo que inventar un peligro no existente. En la documentación oficial vemos entonces que Felipe III fue alentado por el duque de Lerma y por el arzobispo Juan de Ribera para expulsar a los moriscos. Pienso aquí que el Rey sutilmente se supo aprovechar de las sugerencias de su familiar Juan de Ribera y uso a su valido el Duque de Lerma como escudo poderoso de sus planes. De esta forma consta oficialmente que el rey ordenó la expulsión a instancias del duque de Lerma, el conde de Miranda, don Juan de Idiáquez y fray Gaspar de Córdoba. Sin embargo, mi hipótesis es que el rey, ayudándose con su valido, usó la expulsión de moriscos para evitar cualquier crítica a su decisión de entablar una tregua de doce años con los rebeldes holandeses y consecuentemente el gran responsable de la expulsión era el mismísimo Rey, Felipe III.
El profesor Trevor J. Dadson, miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas, dice que con el nombre [o apellido] de Ricote nuestro gran literato Cervantes pensaba constantemente en La Mancha. Según este Hispanista Ricote era un nombre de Esquivias, pueblo de Cervantes, y por lo tanto este genio de la literatura se referiría con Ricote y Ana Félix a los pueblos de La Mancha, entre ellos el pueblo de Villarrubia de los Ojós y los pueblos de Campo de Calatrava. Una opinión compartida por más autores. No obstante esto, discrepo de la afirmación de este gran Hispanista y autor de una impresionante obra de Villarrubia.
Con el Profesor Dadson y su esposa (Ojós, 2015)
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No contento con la información disponible hice un análisis de la vida de Cervantes, porque estaba realmente convencido de que Cervantes con su “morisco Ricote” no se referiría a La Mancha, sino a los pueblos del Valle de Ricote y que el apellido de Ricote se hallaba en todo el territorio español, no solamente en el pueblo de Cervantes. Hallé, y así lo hice saber telefónicamente a finales de julio a mi buen amigo el profesor Francisco Márquez Villanueva, que Cervantes tenía información privilegiada sobre el Valle de Ricote. En su descripción sobre el morisco Ricote y su vida noto demasiadas coincidencias con la vida de aquellos años en el Valle de Ricote, y por este motivo estaba seguro de que Cervantes tenía que tener a la fuerza una fuente secreta de información sobre todo lo que pasaba en el Valle de Ricote.
Los dos cronistas de Blanca con el Profesor Francisco Márquez Villanueva, 2007
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Hallé dicha fuente en la persona de su amigo Juan de Urbina, quien era secretario de los duques de Saboya, entre ellos Manuel Filiberto de Saboya, general del mar y encargado en Cartagena en 1613 con la expulsión de los moriscos del Valle de Ricote. El buen profesor de Harvard, que siempre ha defendido la idea de ser el morisco Ricote del Valle de Ricote, me confesó que no estaba al tanto de todo esto.
Dedico un largo capítulo a la libertad de conciencia y religiosa exigida por las siete provincias septentrionales de los Países Bajos y tuve que pensar a la fuerza en las clases de historia de mi maestro Beukenkamp en mis años de juventud. Eran clases magistrales de historia y el maestro nos habló con tanto ardor y pasión de los españoles, que a pesar de las crueldades metidas se despertó mi admiración por este gran país, España, madre nuestra. No nos metió nada de odio en el cuerpo sino que nos explicó que el hombre tenía que ser libre, que la libertad de conciencia y religiosa tenía un precio y que nuestra rebeldía contra el opresor, el Duque de Alba era justificada. Si además ví en mi juventud todos los años a mi pueblo llegar el 5 de diciembre un gran barco con San Nicolás y sus ayudantes Pedros Negros, pintados como moriscos, trayéndonos desde España un montón de regalos, ¿cómo íbamos a pensar como niños mal de esta país tan rico y lejano? Al contrario para nosotros España era algo muy grande y misteriosa.
También comenté al profesor de Harvard que había llegado a la conclusión de que Miguel de Cervantes era un judío converso, pero amablemente me comunicó este gran investigador que ya había tratado la cuestión del judaísmo de Cervantes en un artículo del año 2005, dándome la referencia para mi estudio posterior. De esta forma, poco a poco vamos a saber mucho más de este gran escritor y humanista, Miguel de Cervantes Saavedra y no cabe duda que el Valle de Ricote deba mucho a las investigaciones del Profesor Márquez Villanueva.
No quiero olvidar que hace años escribí algo sobre la obra del profesor Bernard Vincent, titulado “El río moriscos”, editada por la Universidad de Valencia-Granada-Zaragoza. Me distancio mucho de esta obra, puesto que muchas de sus afirmaciones según mi criterio son el resultado de documentos oficiales y de investigaciones superficiales con respecto a la investigación morisca local. Da la impresión que se escribió la contraportada de su obra más bien por un claro interés comercial que por afán de llegar al núcleo de la cuestión morisca. Hay que tener en cuenta los documentos locales y privados; ver sus testamentos, ver sus libros parroquiales, etc. Solamente entonces uno se da cuenta de cómo era la convivencia de estos moriscos en el pasado con los cristianos. Creo que el pueblo no quiso la expulsión de los moriscos y si hubiera personas que la querían era siempre una minoría como algunos de estos fanáticos clérigos.
Dedico un largo capítulo a la libertad de conciencia y religiosa exigida por las siete provincias septentrionales de los Países Bajos y tuve que pensar a la fuerza en las clases de historia de mi maestro Beukenkamp en mis años de juventud. Eran clases magistrales de historia y el maestro nos habló con tanto ardor y pasión de los españoles, que a pesar de las crueldades metidas se despertó mi admiración por este gran país, España, madre nuestra. No nos metió nada de odio en el cuerpo sino que nos explicó que el hombre tenía que ser libre, que la libertad de conciencia y religiosa tenía un precio y que nuestra rebeldía contra el opresor, el Duque de Alba era justificada. Si además ví en mi juventud todos los años a mi pueblo llegar el 5 de diciembre un gran barco con San Nicolás y sus ayudantes Pedros Negros, pintados como moriscos, trayéndonos desde España un montón de regalos, ¿cómo íbamos a pensar como niños mal de esta país tan rico y lejano? Al contrario para nosotros España era algo muy grande y misteriosa.
También comenté al profesor de Harvard que había llegado a la conclusión de que Miguel de Cervantes era un judío converso, pero amablemente me comunicó este gran investigador que ya había tratado la cuestión del judaísmo de Cervantes en un artículo del año 2005, dándome la referencia para mi estudio posterior. De esta forma, poco a poco vamos a saber mucho más de este gran escritor y humanista, Miguel de Cervantes Saavedra y no cabe duda que el Valle de Ricote deba mucho a las investigaciones del Profesor Márquez Villanueva.
No quiero olvidar que hace años escribí algo sobre la obra del profesor Bernard Vincent, titulado “El río moriscos”, editada por la Universidad de Valencia-Granada-Zaragoza. Me distancio mucho de esta obra, puesto que muchas de sus afirmaciones según mi criterio son el resultado de documentos oficiales y de investigaciones superficiales con respecto a la investigación morisca local. Da la impresión que se escribió la contraportada de su obra más bien por un claro interés comercial que por afán de llegar al núcleo de la cuestión morisca. Hay que tener en cuenta los documentos locales y privados; ver sus testamentos, ver sus libros parroquiales, etc. Solamente entonces uno se da cuenta de cómo era la convivencia de estos moriscos en el pasado con los cristianos. Creo que el pueblo no quiso la expulsión de los moriscos y si hubiera personas que la querían era siempre una minoría como algunos de estos fanáticos clérigos.
Los cronistas de Blanca con el profesor Bernard Vincent (Ricote, 2014)
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Generalizar es muy peligroso, porque todos los moriscos estaban en una fase de asimilación en el siglo XVII. ¿No podría ser que los moriscos de los territorios en manos de la Orden de Santiago fueron mejor asimilados que los moriscos en otras manos? Está claro que estas fases de asimilación eran muy diferentes entre las distintas regiones moriscas en España y por lo tanto esta obra de Vincent no nos da un reflejo real de esta España morisca.
Seguramente mis palabras de crítica constructiva hicieron pensar mucho a los grandes investigadores del tema morisco, tanto que hoy en día puedo decir con satisfacción que gracias a las labores e iniciativas de los profesores Bernard Vincent, José Javier Ruiz Ibañez, José Miguel Abad y otros la situación del Valle de Ricote ha cambiado totalmente.
JORNADAS INTERNACIONALES SOBRE LA HISTORIOGRAFÍA Y LAS NUEVAS LÍNEAS DE ESTUDIO DE LOS MORISCOS DEL VALLE DE RICOTE (MURCIA). 31 MARZO-2 ABRIL 2014
Allá por el año 1613, nuestro pueblo, con una población de unos 900 habitantes, de los cuales solo un 2% eran cristianos, era el más poblado de todo el Valle de Ricote lo que hizo que las expulsiones de los moriscos se convirtieran en una autentica tragedia, dejándose sentir más en Blanca que en cualquier otro pueblo del valle.
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